Cuando motivar
no basta
Daniel
Goleman desde el año 98 escribió en su libro Trabajando con Inteligencia
Emocional: “Las reglas laborales están cambiando, estamos siendo juzgados con
una nueva vara: no solamente por lo inteligentes que podamos ser, sino por la
forma en que nos manejamos a nosotros mismos y a los demás”. Y hoy, a casi veinte años de su mensaje, el tema del
elemento humano parece no haber quedado
resuelto.
El
potencial intelectual y las competencias emocionales, son las fortalezas
individuales con las que los seres humanos responden a las demandas de su medio
ambiente, el gran reto para los directivos y gerentes, es lograr que sus
equipos no sólo construyan, sino que contribuyan a los planes estratégicos con acciones y
vivencias de significado, entusiasmo y compromiso. Ahora bien, considerando que
la palabra contribuir involucra
capacidades, actitudes y emociones, el reto de poder influir en las personas es
por demás complejo.
Emoción
significa conmover y es aquello que impulsa a la acción, pero ¿qué sucede
cuando, motivar no
basta para obtener aquello que agrega valor en las
personas? el término emoción
se transforma entonces en elemento de competitividad por lo difícil que
resulta identificar lo que mueve el
corazón de las
personas.
El
desarrollo de las emociones tiene tres momentos importantes en la vida de las
personas:
a)
El trato de los padres produce consecuencias que marcan la vida emocional.
b)
La relación con los maestros deja una profunda huella y
c)
El ámbito laboral representa en ocasiones la última oportunidad para influir en
las personas y hacer que su vida cobre sentido.
Lo
que pensamos sobre lo que hacemos está fuertemente influenciado sobre el cómo
nos sentimos al realizarlo, si queremos
influir en el desempeño de nuestros colaboradores y capitalizar su potencial
hacia el logro de las metas organizacionales,
debemos influir en la emoción que sienten hacia su trabajo.
La vida laboral
de las personas
es como un
largo camino por recorrer en
el que hay
varias paradas, para recargar
combustible, reorientar el camino, o simplemente descansar antes de llegar al destino
planeado. El camino puede ser largo, accidentado
y tortuoso para muchos, o bien, corto, placentero y divertido para otros y la
influencia de los líderes suele ser la clave que marca la diferencia, es por ello, la vital trascendencia de lo que
se invierte en ellos como responsables del Capital Humano.
Cuando
las empresas comprendan que motivar no basta, que las personas verdaderamente
son un recurso estratégico de competitividad al que hay que cuidar con el mayor
esmero y dedicación y que el talento requiere claridad en el rumbo, sentido y propósito
para enfrentar los retos que enfrentan día con día para lograr la tan buscada
rentabilidad organizacional, quizá entonces y sólo entonces logremos
evolucionar.
Jacquie Arévalo Rubio
Totalmente de acuerdo. Influir en la emoción que los colaboradores puedan sentir sobre su trabajo es vital y hace la diferencia. Implica un gran esfuerzo y solo los grandes líderes lo llevan a cabo.
ResponderBorrarEl desarrollo profesional es un largo camino por andar y si éste se disfruta con logros, reconocimientos y los errores se capitalizan como aprendizajes, la meta se hace propia y se encuentra sentido a la vida laboral. Área fundamental de la vida de cualquier persona. Saludos.